El concepto “transición energética” alude al tránsito desde una economía basada en los combustibles fósiles a una economía libre de gases contaminantes.
En concreto, eso significa dar de baja todos los autos, camiones, buses, aviones, artefactos, centrales generadoras de energía y máquinas que utilicen combustibles contaminantes y reemplazarlos por motores, baterías y procesos carbono-neutrales.
En los últimos cincuenta años, el mundo ha destinado suficiente tiempo y dinero para avanzar en este objetivo, y al día de hoy podemos dar cuenta de varios avances: el 40% de la energía eléctrica mundial se produce con fuentes no contaminantes (como el agua, el viento, el sol, la geotermia o la energía nuclear) y ya circulan por las calles del mundo más de 55 millones de vehículos eléctricos.
Pero aún falta mucho por avanzar. El petróleo, el gas natural y el carbón siguen siendo predominantes en la matriz energética del mundo (representan más del 60%), menos del 4% de la flota mundial de vehículos funciona con electricidad y el desarrollo de baterías con suficiente poder energético para poner en movimiento vehículos de gran tonelaje, como aviones o barcos mercantes, aún está en pruebas.
Esta no es la primera vez que los seres humanos enfrentamos una transición energética. Según nos explica la académica Gloria Baigorrotegui, “primero estuvo la era del fuego, después el vapor, la madera, el carbón, el acero”, dice, para luego continuar en el siglo XX con la energía nuclear, el hidrógeno, el litio y el sodio.
La energía, en resumen, no solo es la base de la economía, sino, por extensión, del funcionamiento mismo de nuestra civilización. “Me resulta difícil imaginar una [energía] sin la otra [sociedad]”, explica.
Sin embargo, a diferencia de las transiciones energéticas anteriores, la transición energética actual tiene un claro sesgo existencial.
Después de 250 años de quemar combustibles fósiles, nuestra atmósfera simplemente se saturó de gases contaminantes (como el metano o el dióxido de carbono), lo que aumentó la temperatura en nuestra biósfera, está derritiendo nuestros glaciares y está alterando el clima de nuestro planeta.
La vida en la Tierra corre un gran peligro frente a esta coyuntura. El hidrógeno verde, tal como vimos en nuestro reportaje central, parece ser la esperanza de un futuro carbono-neutral.